La oración es hablar con Dios. Quien ora recuerda con la memoria los misterios sagrados; con el entendimiento se propone consideraciones sobre dichos misterios; y con la voluntad saca afectos (dolor de los pecados, amor de Dios, confianza en su misericordia, deseos de alcanzar la virtud, etc.).
Hablamos con el Señor con dos finalidades: en primer lugar, para alabarle, bendecirle, darle gracias. Y para esto empleamos salmos, himnos, cánticos espirituales y acciones de gracias. En segundo lugar, nos dirigimos a Dios para pedirle nuevos dones, con peticiones y coloquios.
La materia ha de ser adecuada al estado en que se encuentra quien ora. La distribución de la materia en el libro de los Ejercicios, que el autor identifica con el esquema de las tes vías de la vida espiritual (purgativa, iluminativa, unitiva), le sirve a La Puente para distribuir el libro de las Meditaciones.